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martes, 27 de marzo de 2012

Si Dios no existe...Parte I

"Si no existiese la oscuridad, el hombre no sentiría su corrupción y si no existiese la luz, el hombre no tendría esperanza de curación. Así, no solo es justo, sino provechoso para nosotros que Dios esté oculto en parte y en parte descubierto, porque es tan peligroso para el hombre conocer a Dios sin conocer su propia miseria como conocer su miseria sin conocer a Dios"
Blaise Pascal



-Dios de los fracasos-

Los atributos de omnipotencia e infinita bondad aplicables a Dios se hacen incompatibles con la existencia del mal en el mundo.
Leibniz fue quizás el que con mayor claridad desarrolló el tema de la Teodicea. Sus argumentos proceden desde Dios a las criaturas y no al revés; Dios ha creado el mejor de los mundos posibles, con lo que la cantidad de bien tiene que superar al mal existente (nada dice de la posibilidad de que existan mundos mejores que el nuestro...).
Dios tuvo que “resolver” una “ecuación dierencial complicada”, para calcular en cuál de todos los mundos posibles la cantidad de mal sería menor en comparación con la cantidad de bien....


 L. no pretendió nunca reproducir el cálculo divino, pues para comprender las relaciones reales y concebibles entre el bien y el mal, es necesario un conocimiento perfecto de la totalidad, con lo que la necesaria existencia de Dios se demostrará con otros argumentos.

Dios no puede hacer lo que es logicamente imposible, pero éste hecho no pone límites a su omnipotencia. Algunos nominalistas posteriores arguyeron que no solo las leyes físicas, sino también las matemáticas y la ética habían sido establecidas por Dios mediante decisiones libres cuyas razones nos son desconocidas y que esas decisiones pudieran haber sido diferentes si el lo hubiera decidido. 

No debemos entonces medir el poder de Dios con los patrones de nuestra finita inteligencia. Este tipo de “decretismo divino” fortalece a los que acusan de injusto a Dios: dado que nada es imposible para Él, Él era capaz de crear un mundo que combinase cualidades aparentemente incompatibles y de darnos la libertad de elección dentro de un universo sin pecado y sufrimiento (como sabremos entonces que es el bien y como elegirlo si no hay mal ninguno con el cual compararlo.....).

Si todas las reglas de la lógica y la moral, fueron preestablecidas y no contienen una verdad intrínseca, no hay razón para creer que Dios está limitado por sus propias reglas; su bondad y su sabiduría no tiene porque asemejarse a lo que nosotros consideramos en nuestro mundo que el construyó, con lo que la existencia de Dios deja de tener significación en nuestra vida moral e intelectual.
Los decretos de Dios son, por definición paradójicos y al mismo tiempo necesarios y reales.

Descartes cerró el camino desde la Naturaleza hasta Dios, al romper el eslabón entre la esencia de Dios y su legislación efectiva, convirtiendose en el precursor de los deístas.

Para el budismo, la separación del ser absoluto es la raíz del mal y del dolor, y el camino de retorno a la no-separación está abierto.
La naturaleza de los obstáculos a destruir antes de alcanzar el nirvana, y la naturaleza misma de la propia no separación se definen de modo diferente. La tradición budista hace mas hincapié en que el principal obstáculo es nuestro obstinado deseo de afirmar nuestra existencia separada, no solo en términos mortales sino en términos ontológicos.

 ¿Cúal es el mal del mundo y de nuestra vida en él?

El budismo lo define como un suceso ontológico de nuestra propia individualidad. La distinción entre el mal en el sentido moral y en el sentido físico o se trata como secundaria o pasa totalmente inadvertida, mientras que es fundamental para la percepción cristiana.
Podría pensarse que en un marco budista coherente, al dar origen a más de Uno, equivale a crear el mal (quizás el budismo insinue que es necesario pasar por lo plural, por lo imperfecto para llegar a lo Uno, si partiéramos de lo Uno no necesitariamos pasar por todo el camino, estaríamos ya en la meta desde el principio).
En términos cristianos la multiplicación es buena; el mal es la nada, lo que es, es bueno en la medida en que es.
La tradición cristiana distingue entre mal moral y sufrimiento. Este último sería la separación de Dios, no ontológicamente, sino moral; la desobediencia deliberada dio origen al mal moral y a la corrupción de la Naturaleza en general y el sufirmiento fue una consecuencia inevitable.

Una crítica lógica a este argumento es correcta, pero solo con la condición de que Dios sea una hipótesis explicativa en el sentido científico y que sus respuestas morales a las acciones humanas sigan una pauta regular que podamos discernir y utilizar para acontecimientos futuros (se afirmaría que el mundo es gobernado solo por y sustituyendo a las leyes físicas por las morales).
Otra linea de ataque sería en términos de su función social: con la promesa de una compensación en el cielo, ha forzado a las personas a la pasividad ante el mal y la injusticia.

La forma en que Dios gobierna el mundo es incomprensible para nosotros; su justicia prevalecerá al fin, el bien y el mal serán recompensados; sin embargo no tiene nada que ver con nuestra felicidad o nuestro infortunio en la tierra.
Al final todo vuelve al principio básico: confianza en Dios. Los sucesos sujetos a regularidades naturales son los signos de su presencia; el orden teleológico de las cosas no anula el orden de las causas eficientes, se superimponen misteriosamente sobre el.
Ambos órdenes, el causal y el teleológico funcionan unidos, aunque solo el primero está al alcance de nuestras manos y nuestros ojos. Tenemos que confiar en la sabiduría y la benevolencia de Dios.
Los creyentes aceptan la voluntad de Dios tal como se manifiesta en la caótica multitud de accidentes incomprensibles.
Todo el que cree en la presencia de Dios en el mundo tiene que admitir que, empiricamente hablando, su presencia es ambigua.

Entonces, ¿por qué tenemos que confiar en su existencia?

Consideremos el argumento moral contra la doctrina del pecado original: no es necesario ni esencial para una auténtica comprensión religiosa que acepten en sentido literal o no el relato bíblico del Jardín primigenio. 
Si aceptamos el mito de la Expulsión admitimos que el mal está en nosotros, aceptamos nuestra propia culpa. El concepto de "felix culpa” supone la oblicua expectación de un Retorno que traerá algo más que la restauración de la inocencia prístina. 
El símbolo del Redentor, aunque entraña la idea de justicia, no contiene ninguna sugerencia de su castigo. Surge de una metafísica del mal cuyo origen se retrotae a la mitología. Ésta representa el mal y el sufrimiento como unidos ontológicamente, de modo que ningún mal deja de traer un justo castigo.

El símbolo de un Dios que sufre y que decide compartir el destino humano, tiene dos significados: afirma la creencia en una justicia cósmica que funciona; para restablecer el equilibrio perturbado por la fuerza destructora del mal, hace falta sufrimiento. El Sacrificio tiene sentido en la medida en que llena el vacío que un acto malvado ha abierto en la masa del Ser.
 En segundo lugar, el símbolo, es el reconocimiento de nuestra debilidad, la raza humana necesita que una persona divina compense las enormes deudas en que ha incurrido. En la persona del Redentor se cristalizan los aspectos gloriosos y las ruinas de la existencia humana.
Parece descabellado pretender partir del caos de la vida, y concluir, en un cosmos lleno de sentido y de finalidad.

Resulta difícil acomodar el sufrimiento de los animales en la Teodicea; ellos no son moralmente culpables, no son redimidos y no tienen perspectivas de vida eterna y sin embargo sufren: ¿por qué?

La metafísica de Descartes entrañaba, que todo tipo de actos implican sensibilidad y percepción, y tienen lugar en el alma inmaterial, y poseer un alma, es privilegio humano.
Lewis parece admitir que los animales sufren pero, al carecer de recuerdo continuado del dolor, sufren menos y de forma diferente que las personas. Como los animales no tienen el tipo de memoria que sirve de apoyo a una identidad psicológica, es improbable, que Dios les haya concedido el privilegio de la inmortalidad. 
Si esto fuese verdad, sería un argumento contra la bondad de Dios.
Parece que cuando queremos describir la bondad, nada hay tan esencial como la voluntad de ahorrar sufrimiento a las personas (o animales). 
En términos budistas, la cuestión del sufirmiento y la liberación de él, es la misma independientemente de quien es el que la sufre. 

Fuente: "Si Dios no existe.." Sobre Dios, el diablo, el pecado y otras preocupaciones de la llamada filosofía de la religión. L. Kolakowski. Ed. Tecnos 

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