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miércoles, 16 de marzo de 2011

"El ser al que puede entenderse, es lenguaje". Parte final


“Solamente de un duelo dialéctico puede producir una novedad intelectual”
 Hegel.

El debate entre fuzzies y techies, al igual que el debate entre religión y ciencia en el SXIX, es una pugna acerca de qué área de la cultura nos proporciona una explicación precisa de cómo son en realidad las cosas.
Si consiguen resolver esta lucha, ya no nos resultará tan paradójico afirmar que “el ser al que puede entenderse es lenguaje”. Sera entonces considerado una explicación de sentido común de lo que es el entendimiento y no un intento artificioso de mejorar la imagen de las ciencias del espíritu.




A menudo se ha acusado a Gadamer de inventar una variante lingüística del idealismo, y es que el idealismo solo adquirió mala fama porque tardó mucho en abandonar la distinción entre apariencia y realidad. Una vez se deja de lado esta distinción, el idealismo y el nominalismo se convierten en dos nombres distintos para la misma posición filosófica.

La metafísica de Berkeley es un resultado típico de la idea de que los pensamientos o las frases permanecen a un lado del abismo y únicamente pueden ser ciertos si conectan con algo situado al otro lado de ese abismo. Berkeley llegó a la conclusión que la realidad tenía una naturaleza en cierto modo mental y espiritual.

Los idealistas tardíos como Hegel o Royce repitieron este error, ya que definieron la realidad como el conocimiento perfecto o la autoconciencia perfecta; haciendo que nuestra situación epistémica presente estuviera en una relación de continuidad con la situación epistémica ideal, o lo que es lo mismo, que nuestra red de estados mentales estuviera en una relación de continuidad con la Dios.

Pero, ¿que es real y que no lo es?

Cuando se produce el giro lingüístico, Frege y Peirce nos instaron a que dejáramos de discutir cómo cruzar el abismo que separaba el sujeto del objeto y a que habláramos en cambio de como se justifican las aserciones de las frases.
Los positivistas vieron que en cuanto sustituimos la experiencia, las ideas o la conciencia por el lenguaje, ya no podemos reconstruir la afirmación de Locke de que las ideas de las cualidades primarias tienen una relación mas estrecha con la realidad que las ideas de las cualidades secundarias.

Fue esta afirmación la que resucitó la revuelta kripkniana contra Wittgenstein, continuando el viejo debate acerca de qué había de cierto en el idealismo, si es que había algo.
Heidegger veía a la serie de grandes metafísicos desde Platón hasta Nietzsche como maniáticos del control: La idea de volverse idéntico al objeto del conocimiento, igual que la de representarlo tal como es realmente en sí mismo, expresa el deseo de adquirir el poder sobre ese objeto.

El cientificismo del SXIX se burlaba tanto la religión como de la filosofía idealista porque las ciencias naturales ofrecían una clase de control que sus rivales no ofrecían.
El punto fuerte de esta linea de pensamiento cientificista es que aunque el entendimiento siempre pone a sus objetos bajo una descripción, los poderes causales de los objetos para herirnos o ayudarnos, no resultan afectados por la forma en que son descritos.
El punto débil es la inferencia que parte del hecho de que cierto vocabulario descriptivo nos permite predecir y utilizar los poderes causales de los objetos, y concluye en la afirmación de que ese vocabulario ofrece un mejor entendimiento de dichos objetos que ningún otro.

Tal como sugiere Gadamer hay que reformular el entendimiento, renunciar a la idea de que hay un fin natural al proceso de entender tanto la materia como el espíritu. Un vocabulario descriptivo es una forma de relacionar un objeto con otros objetos, de ponerlo en un contexto nuevo.
Los que siguen a Gadamer como a Habermas, renunciaran a un proceso de jerarquización de los conocimientos y lo reemplazaran por la idea de una conversación libre de dominación que nunca puede acabarse y en la que las barreras entre disciplinas académicas son tan permeables como las que hay en épocas históricas.

Aun así, las pugnas siempre existirán, pues como decía Hegel “solamente de un duelo dialéctico puede producir una novedad intelectual”.
En una cultura gadameriana no habría lugar para las facultades llamadas “razón” o “imaginación”; cuando Rorty habla de “excitar y capturar la imaginación” sólo quiere decir que los objetos de esta deben ser “captados y usados”.

Toda área de la cultura debería tener supuestamente su propia descripción localista de todas las demás áreas de la cultura: no habría un único sistema de archivos que lo abarca todo y en donde todo el mundo supuestamente encajara.
Según Rorty, dentro de un siglo espera que la distinción entre filosofía analítica y no analítica no tenga importancia. Lo habrán sustituido por un modelo conversacional según el cual el éxito filosófico se medirá por horizontes fundidos mas que por problemas resueltos o incluso por problemas disueltos.

Gadamer describió una vez el proceso de la fusión de horizontes como lo que ocurre cuando “el propio horizonte del interprete es determinante, pero ni siquiera este como un punto de vista propio al que se mantiene e impone, sino mas bien como una opinión y posibilidad que se pone en juego y por la que también se apuesta y que ayuda a apropiarse verdaderamente de lo que está dicho en el texto".

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