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sábado, 13 de noviembre de 2010

Unamuno y el sentimiento trágico de la vida. Tercera parte

 "En una palabra, que con razón o sin razón, no me da la gana de morirme. Y cuando al fin me muera, si es del todo, no me habré muerto yo, esto es no me habré dejado morir, sino que me habrá matado el destino humano. Como no llegue a perder la cabeza, o mejor aun el corazón, yo no dimito de la vida; se me destituirá de ella".

¿Que soluciones da Unamuno al problema de la inmortalidad, esto es, a la eterna lucha entre fe y razón?
El nuevo planteamiento de la cuestión, se establece mediante un enfrentamiento entre la razón y la fe, entre la confirmación racional y la búsqueda sentimental.
El escepticismo racional, al que conduce la disolución racional, no sirve para nada en el asunto fundamental; solo del enfrentamiento podremos sacar una posible solución. El escepticismo entendido como incertidumbre (última posición a la que llega la razón, ejerciendo su análisis sobre sí misma) se convierta en el fundamento sobre el que la desesperación del sentimiento vital ha de fundar al esperanza. Propone un escepticismo "salvador" que tenga su fuente y motor en una duda de pasión.
En el verdadero problema concreto vital, la razón no ocupa posición alguna, pues en rigor no es que niegue la inmortalidad del alma, que en sí mismo ya sería una solución, sino que lo que sucede es que es incapaz de conocer el problema tal como el sentimiento vital lo presenta. Para la lógica y la razón no existe el problema, porque la inmortalidad del alma o la persistencia de la conciencia individual caen fuera, están al margen de la racionalidad...es pues una irracionalidad el solo planteamiento del problema.


"Esta duda cartesiana, metódica, esta duda filosófica de estufa, no es la duda, no es el escepticismo, no es la incertidumbre de que aquí os hablo, ¡no! Esta otra duda es una duda de pasión, es el eterno conflicto entre la razón y el sentimiento, la ciencia y la vida, la lógica y la biótica. Porque tal ciencia destruye el concepto de personalidad reduciéndolo a un complejo en continuo flujo de momento, es decir, destruye la base misma sentimental de la vida del espíritu, que sin rendirse, se revuelve contra la razón.

Kierkegaard, crítico del pensamiento abstracto y de la razón, decía que cuando se identifica la inmortalidad del alma con la eternidad, resulta que lo dificil es dar cuenta de la existencia individual y concreta.

"Lo verdaderamente irracional, es decir, al margen de la razón, es la creencia en la inmortalidad. Y sin embargo, fe, vida y razón se necesitan mutuamente"

Lo irracional pide ser racionalizado y la razón sólo puede operar sobre lo irracional. La lucha por la vida, es la fuente del progreso científico; la fe necesita a la razón para hacerse transmisible, refleja y consciente, mientras que la razón solo puede transmitirse sobre la fe. Para Unamuno, la historia de la filosofía es la historia de la religión.
Voluntad y razón siempre estarán en lucha, y ante esa situación, sólo cabrá adoptar una de las tres actitudes que señalamos a continuación:
La de aquellos que tienen mucha inteligencia pero una incapacidad absoluta para atisbar la dimensión vital que atraviesa el problema fundamental del ser humano (practican una credibilidad absurda sin incertidumbres).
Lo contrario de lo anterior, una fe absurda sin incertidumbres.
Y la posición unamuniana, que consiste en aceptar la continua lucha entre fe y razón, un continuo estar dudando, un humanismo ateo.


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