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martes, 1 de marzo de 2011

La justicia como lealtad ampliada. Parte final

"Sería aconsejable abandonar el racionalismo que aun nos queda como herencia de la ilustración. Algunas razones son de tipo teórico, como la incongruencia de la teoría de la correspondencia de la verdad con una explicación naturalista del origen del espíritu humano, otras son de índole practico, como que abandonando la retorica racionalista permitiría a Occidente acercarse al mundo no-occidental de una manera mas instructiva y menos coactiva".
 R.Rorty
Habermas apunta a que Rawls para demostrar la superioridad del occidente liberal, necesita premisas transculturalmente válidas, sin esto resulta inadmisible la descalificación de premisas “irrazonables”.

En el extremo opuesto, para Walzer no hay tribunal transcultural de la razón ante el cual se pueda discutir la cuestión de la superioridad. Él parte de lo que Habermas llama el “contextualismo fuerte”, según el cual “no existe una racionalidad en singular”.
Las diferentes culturas, imágenes del mundo o formas de vida llevan inherentes unas racionalidades específicas. Cada una de ellas debe estar internamente entrelazadas con el contexto de una peculiar concepción del mundo.



Si Rawls, al abordar el constructivismo, se apropia del contextualismo fuerte de Rawls, podría escapar al historcismo y ofrecer una justificación universalista.
Cuando habla que una doctrina constructivista liberal es universal en su alcance, no está sosteniendo que dicha doctrina tenga vigencia universal. 
Habermas exige esta vigencia con lo que debe poner en marcha el modelo kantiano y los posibles presupuestos trascendentales de cualquier posible práctica comunicativa serán suficientes. 
Si Rawls quiere mantenerse en su constructivismo, estará de acuerdo con Walzer en no necesitar esta justificación.

Mientras que Rawls y Habermas se refieren a menudo al concepto de razón, Walzer no lo hace casi nunca. En Habermas, el concepto siempre está estrechamente ligado con la validez independiente del concepto. 

En Rawls, se distingue entre lo razonable y lo racional, empleando este último en el sentido de la una racionalidad medio/fin, tal como se emplea en ingeniería o en la elaboración de un modus vivendi hobbesiano. Algunas veces apela a un tercer concepto, el de la razón práctica, por ejemplo cuando escribe que la autoridad de una doctrina liberal constructivista se basa en los principios y concepciones de la razón práctica.

Podría parecer que acepta la afirmación de que existe algo así como una facultad humana universal (razón práctica), facultad que nos revelaría qué hemos de considerar como diferenciación arbitraria y no arbitraria entre las personas.
Esto último según Rorty, no puede ser la intención de Rawls. 

Dice que su propio constructivismo se diferencia de todas las concepciones filosóficas que apelan a una fuente de autoridad y donde la universalidad emana de esta fuente. Debemos entonces interpretar su expresión “principios y concepciones de la razón práctica”, en el sentido que remiten a aquellos principios y concepciones a las que se ha llegado fácticamente en relación con la fundación de una comunidad, cualesquiera qué éstos sean.

Rawls incide en que la fundación de una comunidad no es lo mismo que la elaboración de un modus vivendi, es decir, una tarea que no exige razón práctica sino sólo una racionalidad de medios y fines.

Los principios o concepciones forman parte de la razón práctica cuando son resultado de un proceso en el que los hombres comienzan con una “moral densa” de la que finalmente surge una “tipo delgado”, de modo que desarrollan un consenso solapado y construyen una comunidad moral más abarcadora. 
 Se convierte así en una cuestión mas de procedimiento, no sobre en qué nos ponemos de acuerdo sino cómo llegamos al acuerdo sobre lo que hay que hacer.

Quizás entre Rawls y Habermas sólo hay una diferencia de vocabulario, pues poner la razón comunicativa en el lugar de la razón centrada en el sujeto es también un paso hacia la sustitución del qué por el cómo.

Habermas dirige también su atención a la diferencia entre coacción, no como lo hacían Platón y Kant, parte buena, racional y parte cuestionable las pasiones y las sensaciones; ambos preferirían poner menos peso en el concepto de razón y mas en el de racionalidad: algo que aparece siempre que haya comunicación entre personas.

Podemos concluir que ambos filósofos podrían estar de acuerdo en la tesis siguiente: el único concepto de racionalidad que necesitamos al menos en la filosofía moral y social es el concepto del cual partimos en una situación en la que no decimos: “Tus propios intereses actuales te obligan a aceptar nuestra propuesta”, sino que decimos: “Tus propias convicciones centrales, que conforman el núcleo de tu propia identidad moral, sugieren que deberías estar de acuerdo con nuestra propuesta”.

Este concepto de racionalidad se limita aun mas con Walzer : “los motivos de nuestra lealtad hacia un grupo pequeño también podría proporcionarnos razones para participar en la construcción de un grupo mas grande, con el que podríamos sentir igual o mayor lealtad". 
La diferencia entonces entre la ausencia y la presencia de racionalidad es la diferencia entre una amenaza y una oferta.

Rorty va mas allá en su afán de delimitar este concepto : “Si justicia y lealtad son dos cosas diferentes o si las exigencias de la justicia no son simplemente exigencias de una lealtad ampliada”
Esto parece apuntar a si la justicia y la lealtad emanan de dos fuentes distintas, la de la razón y la de los sentimientos. Si desaparece este distinción, la primera parte ya no parecerá tener mucha utilidad.

Si nos quedamos con el concepto de Walzer, deja de ser plausible la idea de que la justicia proceda de otra fuente que la lealtad.
Pero según esta descripción de la racionalidad, ser racional y llegar a una lealtad ampliada son dos formas de describir la misma actividad, en el que los argumentos racionales y sentimiento de pertenencia comienza a disolverse.

Desde esta perspectiva, la diferenciación de Habermas entre un uso estratégico y otro genuinamente comunicativo del lenguaje, comienza a parecerse a dos graduaciones en una escala de grados de confianza. La propuesta de Baier de tomar el concepto de confianza y no el de obligación como base de nuestro concepto moral, borraría el límite entre la manipulación retórica y los argumentos que seriamente reclaman validez, un limite que Habermas establece en opinión de Rorty, demasiado estrictamente.

La dicotomía entre razón y sentimiento puede sustituirse por un continuo de grados de solapamiento de convicciones y deseos.
Se necesitaría un concepto de racionalidad mas fuerte y apoyado en Kant para defender la tesis de que ser racional garantiza una solución de conflictos siempre que las personas estén dispuestas a debatir (fuerza del mejor argumento).

Para Rorty la idea del mejor argumento solo es coherente si se puede encontrar una relación natural de relevancia transcultural que pueda conectar unas proposiciones de tal manera que constituyan algo así como el orden natural de razones de Descartes.

En conclusión para Rorty, seria aconsejable abandonar el racionalismo que aun nos queda como herencia de la ilustración. Algunas razones son de tipo teórico, como la incongruencia de la teoría de la correspondencia de la verdad con una explicación naturalista del origen del espíritu humano, otras son de índole practico, como que abandonando la retorica racionalista permitiría a Occidente acercarse al mundo no-occidental de una manera mas instructiva y menos coactiva.
 Paz

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