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martes, 18 de enero de 2011

Filosofía y futuro II

"Solo después de haber renunciado a la esperanza de alcanzar el conocimiento de lo eterno,  los filósofos comenzaron a proyectar imágenes del futuro"
R. Rorty


Los primeros filósofos consideraban irrelevante el contraste entre el fluir del pasado y el fluir del futuro.
Blumenberg señala que este interés comienza en el SXVI, con Giordano Bruno y Bacon. Pero solo en el SXIX con Hegel a la cabeza, se comienzan a expresar dudas precisas y explícitas no solo frente a los intentos platónicos de sustraerse a la temporalidad, sino también frente a la pretensión kantiana de descubrir condiciones ahistóricas de la posibilidad de fenómenos temporales.

Gracias a Darwin, las personas comienzan a verse a si mismas en un continuo con la naturaleza, como temporales y contingentes.
En la medida en que integramos el tiempo en nuestro pensamiento, los filósofos nos vemos obligados a dejar de atribuir a la contemplación la prioridad frente a la acción. Como diria Marx, no debemos hacer comparaciones con el pasado sino crear futuro y adoptar una funcion social.


Podemos incluso describir el pensamiento de Platón o Kant, como una reacción a la necesidad de sustituir una imagen misma del hombre, que debido a los cambios sociales y culturales había llegado a ser inservible, por otra imagen nueva que se ajustaría más a las consecuencias de estos cambios. Estos, generan la necesidad de nuevos lenguajes que permitan formular nuevas descripciones.

Dewey  describió lo que pasa cuando abandonamos la imagen de nosotros mismos (los filósofos) que era común a Platon y Kant, es decir la imagen de sabedores que están consagrados a necesidades ahistóricas absolutas: poco a poco llegaremos a la opinión de que la filosofía surgió de un conflicto entre sustituciones heredadas y tendencias coetáneas irreconciliables con ellas.
 Para este autor, la filosofía siempre es parasitaria, es una reacción a evoluciones que se han producido en otro lugar en la cultura y la sociedad. Interpreta el “énfasis hegeliano” en la historicidad en el sentido que la filosofía no debería intentar mediar entre pasado y futuro. Su tarea es entrelazar antiguas y nuevas convicciones de tal manera que se puedan fertilizar mutuamente en lugar de obstaculizarse las unas a las otras. 

Un ejemplo de esto serían los sistemas de Leibniz, Kant y Hegel, que representan diferentes propuestas de como poner en armonía la ética cristiana con la ciencia de Copérnico y Galileo. Otro ejemplo sería el dado anteriormente sobre la consideran de un alma racional en contraposición a la naturaleza contingente.
La explicación darwiniana del origen del hombre, también provoca innovaciones exteriores. Es el caso del surgimiento de la democracia de masas (transposición practica de la concepción de que todos aquellos que se ven afectados por decisiones política deberían disponer del poder de ejercer su influencia en tales decisiones), que pone el peligro la distinción platónica entre la aspiración racional (reservada a los sabios) y el fluir de la pasión que caracteriza a las masas. Si lo ponemos en relación con la difuminación darwiniana de la diferenciación hombre-animal, resulta que la practica de la democracia de masas acaba por cuestionar toda una serie de diferenciaciones: entre lo cognitivo y lo que no es, la razón y la pasión, la lógica y la retorica, verdad utilidad y filosofía y sofistica. A partir de aquí, los filósofos debemos reformular todo esto en el sentido de la distinción política entre consenso libre y el obtenido bajo coacción, abandonando asi la diferenciación metafísica entre lo condicional y lo incondicional.
Dewey, Bergson y Whitehead, son representaciones de intentos de conciliación con Darwin ¿Cómo?
Logrando conservar los componentes de los antiguos dualismos que sean servibles y reformular el lenguaje.
Russell y Husserl intentan dividir la cultura trazando una frontera entre cuestiones filosóficas apriorísticas y cuestiones empíricas que se planean a posteriori.
El contraste entre Russell y Dewey o Bergson y Husserl, no es un contraste entre dos intentos de describir lo mas preciso posible el carácter ahistórico de nuestra naturaleza, sino mas bien entre dos intentos de llegar a una mediación entre épocas históricas, a una conciliación entre verdades antiguas y nuevas.
Ni Dewey ni Russerl consideraron que la filosofía pudiera ofrecer fundamentos para la biología o la física. La pregunta importante para ellos era

¿Cómo se podían modificar maneras de hablar familiares de tal forma que dejaran de presuponer una metafísica que entraba en conflicto con uno de estos tres desarrollos culturales?
Según Dewey, deberíamos renunciar a todos los intentos de convertir la filosofía en una actividad autónoma , tal como se planteaba antes de la entrada del factor tiempo. Así mismo, su intento por desligar la filosofía de la herencia de kant, los de Habermas por desenredarla de lo que lla la filosofía de la conciencia y los de Derrida por liberar la filosofía de lo que designa como metafísica de la presencia, están todos ellos entrelazados con “profecías” de una sociedad completamente democrática.
La filosofía debe hacer concesiones, renunciar a la idea de que los desarrollos científicos y políticos necesitan una fundamentación filosófica, la idea de que el juicio sobre la legitimidad de innovaciones culturales sigue siendo indeciso hasta que los filósofos la declaremos racionalmente válida.
Los filósofos que se ha especializado en la crítica de la fundamentación se han convertido en vanguardistas. Son ellos y sólo ellos los que una vez que la sociedad se transforme radicalmente, encaminaran esas transformaciones.
El vanguardismo filosófico que comparten Marx, Nietzche y Heidegger, de insistir en que sólo puede cambiar algo cuando todo cambia-es una de las tendencias actuales dentro de la filosofía y que en opinión de Rorty, se debe combatir.

La otra tendencia consiste en el impulso hacia la profesionalización, en la aspiración de conservar la integridad y autonomía de nuestra disciplina por medio de una restricción de su alcance. Estos intentos de escapar a la temporalidad y al cambio, de olvidar a Hegel y adherirse a Kant se les conoce como filósofos analíticos.
Putnam, considera que esta corriente se ha degradado en buena medida a querellas entre “profesores de filosofía” y dista mucho de tener una importancia práctica o espiritual. La aspiración de establecer una concordancia entre existentes intuiciones ha sustituido la tarea de examinar la utilidad del vocabulario en que se formulan esas ideas intuitivas.
La aversión tanto contra el carácter escolástico de la filosofía analítica mayoritariamente anglosajona, como contra la exagerada ambición de la filosofía vanguardista no analítica lleva a un tercer peligro: el del chauvinismo.

Para Dewey todo esto se podría evitar conciliando lo antiguo con lo nuevo. La función del filósofo seria el de ser intermediario entre generaciones, entre diferentes ámbitos del acontecer cultural y entre tradiciones.

Tampoco deberíamos caer en el cosmopolitismo mas despreciable, el que da a entender que los derechos humanos están tan bien diseñados sólo para las culturas eurocentristas, mientras que para las necesidades de otras culturas resulta mas adecuada una policía secreta eficiente que disponga de vigilantes y dóciles jueces.

La alternativa a esto sería la imagen de una sociedad democrática universal. En todas las cuestiones que sean políticas, esta cosmópolis puede seguir siendo tan multicultural y heterogénea como siempre. En este futuro utópico, las tradiciones culturales ya no influirán en las decisiones políticas. En la política habría sólo una tradición: la vigencia constante sobre intentos previsibles de los ricos y fuertes de aprovecharse de los pobres y débiles y ponerlos en desventaja.
Cada cultura, con independencia de su grado de estrechez de miras y exclusividad, dispone de elementos que se pueden entretejer en las imágenes utópicas de una comunidad política democrática y de alcance global.
La idea de introducir condiciones democráticas por medio de la coacción en lugar de usar la persuasión, no es contradictorio con perseguir el propósito de convencerlos de la libertad.

En los tiempos recientes hemos estado hablando menos de la verdad y mas de la veracidad, menos de llevar la verdad al poder que de la posibilidad de cuidar de que el poder ejerza de manera honesta.
La verdad es atemporal y eterna, la veracidad es temporal y frágil, como la libertad, pero podemos reconocerlas a ambas cuando las poseemos.
La filosofía no puede ofrecer nada mas que hipótesis y éstas solo tienen un valor en la medida en que vuelven mas sensible al espíritu humano por la vida que lo rodea.

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